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La Doncella Alada (Nuevo Capítulo de LDO)

  • Rubén Darío Romero López
  • 11 sept 2016
  • 7 Min. de lectura

Un solo Aria permaneció solo en el infinito Caal contemplando con gran curiosidad el desenlace en Oldín. Hasta que éste espíritu de increíble poder y luz decidió descender a Oldín para conocer la vida frágil y pasajera de los hombres. En una de sus muchas encarnaciones vivió como Shajali, el sabio de las aldeas de Alto Lordán, quien procreó dos hijas, en diferentes tiempos de su vida. Ésta es la historia de Manisa, la menor de ellas

.Las Hijas de Shajali - Segunda Parte:

La Doncella Alada

LA LEYENDA DE OLDÍN· PUBLICADA SÁBADO, 23 DE ENERO DE 2016

Las poderosas alas de Bacu cortaban el aire frío en el oscuro cielo de invierno. Su enorme sombra engullía la luz y los destellos de escasas estrellas que el cielo de febrero permite asomarse entre las gruesas nubes. El zumbido de su vuelo al pasar, súbito y sobrecogedor se desvanecía rápidamente en la distancia, confundiéndose con el llanto de la nieve y dejando vibraciones marcadas; por la resistencia de sus plumas que acarician el viento.

El rey de las aves. Poderoso e indomable vigilante de aquel viejo Oldín. Contemplarle era entender la perfección y la gracia de los Antiguos Artesanos Creadores. Bacu era un águila rey. Imponente, invencible pero solitario.

Su visión corta a través de los espesos bosques y las peñas. Nada se esconde de sus ojos y nada escaparía de su ataque. Aves terrenales surcan el cielo muy por debajo del dios vigilante. Mostrando pleitesía y obediencia. De ser tocados por su sombra o su viento serían bendecidos con larga vida. Casi nunca desciende a las tierras bajas. Su dominio son las alturas, donde está su gobierno, su ventaja.

Su dominio son las alturas, donde está su gobierno, su ventaja.

Desde su altísimo dominio ha vigilado el Oldín por tiempos sin medida. Imponente, invencible pero solitario. Motivado por un puro sentimiento de lealtad a los Árias y a la misión que le fue encomendada por ellos de vigilar y proteger este frágil mundo. El Oldín, la última creación de los Artesanos Creadores, sobre el cuál ellos mismos descendieron y se fragmentaron para sustentarlo como espíritus de la naturaleza. Para el gran Bacu, proteger no era solo una instrucción, sino un anhelo profundo que se transmitió a su esencia en ese día de su creación. Cumplirlo daba honra a lo que un día fueron los espíritus de la naturaleza.

Bacu conocía todo y a todos en Oldín. Él observaba las vidas desenvolverse como historias debajo de su atenta mirada. Había estado en este mundo desde el nacimiento de los hombres y de las bestias y de los peces y de las aves. El día en que el los últimos cinco Árias pronunciaron una bendición sobre el Gran Roble Rojo para que desde ese día fuese conocido como el Árbol Padre de todos los seres vivientes. Desde entonces sus ojos vigilaron sobre este mundo.

Hasta este día, todo en Oldín obedecía al balance y al círculo de la vida bajo el cuidado de los espíritus de la naturaleza descendientes de los Arias.

El día en que el los últimos cinco Árias pronunciaron una bendición sobre el Gran Roble Rojo para que desde ese día fuese conocido como el Árbol Padre de todos los seres vivientes.

Aria ya se había perdido entre los hombres por muchas generaciones. Tras incontables reencarnaciones este espíritu puro del Caal de infinito poder y belleza había tomado por voluntad propia la elección de vivir como un mortal. Pero cayendo presa de las profundas pasiones y los dolores que la vida humana le enseñaron, Aria olvidó quien era y se perdió entre nosotros en un ciclo interminable de vidas, hasta que despierte nuevamente.

En su vida como Shajali vivió una larga historia, llena de guerra, amor y gran pérdida. En su vejez se retiró a vivir en lo profundo del bosque Lordán, cerca del Árbol Padre donde era consultado como un sabio por las tribus de alrededor. A menudo viajaba a lugares más remotos para meditar junto a los espíritus de la naturaleza, quienes lo llamaron Wakanda.

Un día, mientras visitaba las tierras altas junto a las montañas del norte, escuchó el llanto de un polluelo de águila que yacía herido entre las rocas. Shajali sabía que el polluelo no viviría, pues era un águila real que había caído desde lo más alto del peñasco, donde su especie construye sus nidos a la sombra de Bacu. Tomó al polluelo en su mano y con el calor de su cuerpo, se empezó a calentar, pero su cuerpo estaba roto y nunca lograría volar. El anciano veneraba la vida en todas sus formas y haciendo uso de su poder mediante la emoción más pura, la misericordia, transformó al polluelo en una bebé humana que él cuidaría desde ese día y la crió como suya.

El anciano veneraba la vida en todas sus formas y haciendo uso de su poder transformó al polluelo en una bebé humana que él cuidaría desde ese día y la crió como suya.

Shajali la llamó Manisa, que significa “la que camina” y la vio crecer hasta llegar a ser una hermosa joven llena de la sabiduría y magia del anciano. Manisa también aprendió a tener comunión con los espíritus de la naturaleza, era curiosa y le gustaba explorar. Pero un vacío doloroso crecía dentro de su alma cuando alzaba su mirada y veía el cielo azul. La expansión abierta le llamaba, pero ella estaba pegada a la tierra y se sentía cada vez más pequeña y encerrada. Pensaba con añoranza en su familia y en aquellos nidos en lo alto sobre los peñascos del norte. Pero guardó sus sentimientos en su corazón por amor de su padre, que la había salvado de niña.

Shajali sabía que el polluelo no viviría, pues era un águila real que había caído desde lo más alto del peñasco, donde su especie construye sus nidos a la sombra de Bacu.

Un frío y nublado día de febrero Manisa caminaba pensativa hundiendo sus pies profundo en la nieve sobre un río congelado. Seguida por muchos coloridos destellos de luz, como luciérnagas que volaban junto a ella. Espíritus nobles del bosque iluminaban su camino a través de la nieve. Desde la altura sobre las nubes Bacu pasaba y pudo ver el destello tenue detrás del velo blanco de la brisa. Era como la luz las chispas de una antorcha que se apaga y fijó su mirada con atención.

Cuando Bacu vio a Manisa pudo ver la hermosa águila que ella era. Y la reconoció como una descendiente de las gigantes águilas reales que hacen sus nidos en las partes más altas de los peñascos en las montañas del norte. Pero ahora convertida en una hermosa mujer que camina sobre las tierras bajas. Voló alrededor por un largo tiempo observando a la joven que avanzaba con dificultad por la nieve, rodeada de luces y magia espiritual. Bacu inmediatamente la amó sintiendo que su soledad lo envenenaba y necesitaba estar junto a ella ahora que la había hallado.

Manisa sintió una brisa peculiar justo antes de ser cubierta por la inmensa sombra de Bacu, quien chilló fuerte mientras atravesaba las nubes y se mostró a ella. Asustada, cayó al suelo sobre la nieve agitada dispersando a las luciérnagas alrededor. Bacu gritó de nuevo y ella entendió que él se acercaba a conocerla. Por primera vez en muchos años Bacu, pisó las tierras bajas solo para conocer a Manisa.

Manisa sintió una brisa peculiar justo antes de ser cubierta por la inmensa sombra de Bacu, quien chilló fuerte mientras atravesaba las nubes y se mostró a ella.

Por muchas horas platicaron ese primer día. La joven le contó como Wakanda la había salvado, pero que ahora ella solo era una joven atada al suelo. Bacu le ofreció llevarla a visitar los nidos en lo alto de la montaña y ella fue con él. Segura subió a las poderosas alas de Bacu y se hundió entre cálidas plumas, quedando solo su cabeza visible sobre la del águila.

Volar por primera vez. Saber que para eso había nacido, pero nunca poder hacerlo, hasta ahora. Conoció los nidos del norte y volaron más allá hasta la frontera de Monchú, luego al oriente sobre las arenas rojas, hasta llegar a Neyati. Bacu le mostró sus dominios, su poderío, su Oldín, y ella lo amó profundamente también.

Al regresar al bosque nevado Manisa le agradeció a Bacu por ese viaje inolvidable y se despidieron, pero Bacu no tuvo reposo desde ese momento. Sabía que no podría jamás hacer una vida con Manisa pues ella vivía en las tierras bajas de Lordán y él tenía su reino en las alturas. Así que se alzó más alto de lo que jamás había volado, sobre las nubes mas altas arriba del firmamento. Hasta que vio las estrellas y una luna brillaba imponente. Entonces gritó a Jaci, espíritu de la luna y clamó:

“Jaci de la luna, espíritu fuerte de la noche

Madre de los mares y de las aves viajeras

Tienes poder sobre las formas y los caminos

Y los ciclos de la vida en todo Oldín

Concédeme tomar la forma de un hombre

Para estar con Manisa, la mujer que yo amo”

Así que se alzó más alto de lo que jamás había volado, sobre las nubes mas altas arriba del firmamento. Hasta que vio las estrellas y una luna brillaba imponente.

Jaci, el poderoso espíritu de la Luna que gobierna desde el cielo nocturno y posee el poder de la transformación, escuchó la plegaria de Bacu con asombro. Era un espíritu noble de luz que se maravilló con el amor de las dos águilas, pero le advirtió que solo podría ser hombre por una noche y nunca más volvería a estar con ella como humanos después de esto. Bacu accedió a esto solo por la oportunidad de tener a Manisa en sus brazos. Y así, suspendido en el cielo Bacu perdió su abrigo de plumas dejando al descubierto a un hombre que descendía a la tierra en un rayo de luz azul.

Manisa velaba esa noche, sentada sobre una roca en una colina, mirando al cielo y soñando en volar de nuevo con su amor. Cuando vio las nubes partirse y a un hombre descender frente a ella. Era poderoso, bellísimo y con una mirada profunda. Los novios se abrazaron y bajo la bendición de una luna azul y cientas de lucecitas espirituales contrajeron nupcias y por una noche se les concedió estar juntos para amarse como una pareja humana.

Los novios se abrazaron y bajo la bendición de una luna azul y cientas de lucecitas espirituales contrajeron nupcias y por una noche se les concedió estar juntos para amarse como una pareja humana.

El alba estaba llegando y los dos amantes se prepararon para la triste despedida. Con la salida del sol, la forma de Bacu se revertía. Poco a poco creciendo, de nuevo se convertía en un gigante alado con plumas de oro, hasta que estuvo de pie ante ella. Imponente y poderoso. Le prometió amarla por siempre y alzó el vuelo tan fuerte y tan rápido como para que no le permitiera escuchar el llanto de Manisa. Ella se desplomó, triste y vacía. Rendida del llanto y sin más fuerzas.

Allí la encontró Shajali de nuevo. Sobre la misma peña donde encontró al polluelo de águila tantos años atrás. De nuevo sola y de nuevo quebrantada. Pero ahora con el dolor de un padre por una hija que sufre movió su mano, obligado por el sentimiento puro de su amor por ella y la convirtió de nuevo en un águila. Más hermosa y más radiante que cualquier otra en la montaña, transformada en un espíritu sabio por su experiencia como humana y el misterioso poder de Aria. Levantó gigantes alas, miró a su padre por última vez y alzó el vuelo al encuentro de su amado para permanecer a su lado reinando y gobernando sobre las nubes del Oldín.

En noches de luna llena, aún se escucha el canto de los dos gigantes, agradeciendo por su amor a Jaci, y Shajali y al poder de Aria.

Por Rubén Dario Romero López

Todos los Derechos Reservados © Rubén Darío Romero López 2016 Tecate, Baja California, México Correo: ruben_drl@yahoo.com

Protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor De Los Estados Unidos Mexicanos y Tratados Internacionales

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