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Los Hijos de Jatáy y Daabi (Nuevo Capítulo De LDO)

  • Rubén Darío Romero López
  • 10 sept 2016
  • 5 Min. de lectura

Es muy emocionante estar escribiendo estas líneas pues en cierta forma, al hacerlo, estamos dando a este proyecto un voto más de confianza. A pesar de que éste ha sido un trabajo que por muchos años se ha venido compilando, nunca hemos dejado de creer en su valor y potencial. Es por eso que hemos decidido compartirles estas líneas a ustedes de manera preliminar, para que conozcan y se sientan parte del proceso que será, sin lugar a duda, una obra mágicay emocionante.

En esta ocasión les presento la bellísima historia de Jatáy, el espíritu de los mares, quien buscó el amor en Daabi, el sol, pero él no le correspondió. Sus pasiones, sus batallas y al final sus victorias, forman una historia de esperanza y consuelo.

Espero que les guste. Disfruten.

Los Hijos de Jatáy y Daabi

LA LEYENDA DE OLDÍN·JUEVES, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Los poderes que descendieron para habitar en el Oldín primitivo en el tiempo de la primer fragmentación de los Arias, eran entidades de esencia y naturaleza primaria, sin un conocimiento refinado de las emociones, los lenguajes, las artes o la ley. En ese sencillo estado, éstos poderes movidos por puro instinto, fueron colocados en el mundo para ejercer su influencia y realizar las importantes tareas de mantener los ciclos de la vida y medir los tiempos. Se les otorgó poder sobre la materia, para que minaran su composición y estructura. Logrando al paso de las edades, transformar continuamente al viejo Oldín con el poder de los elementos. A la vez que despertara su consciencia y sabiduría.

Al momento de aquella fragmentación, Daabi fue el primero de los poderes que apareció en el cielo, estallando como una bola ardiente llena de fuego y una fuerza destructora. Por lo que los Cinco Arcanos mandaron que se alejara de Oldín y se mantuviese suspendido lejos en la expansión para recorrer la tierra y bañarla cada día con su calor, desde los mares hasta los montes. Convertido en el sol, con su resplandor traería vida a los campos, haciéndolos florecer.

Luego apareció Jaci, espíritu de la luna. Este espíritu misterioso tenía el aspecto de una mujer hermosa, su cuerpo era un bellísimo cristal azul como el zafiro, pero poseía una mirada terrible y profunda. Tan pronto vino a ser, ella se elevó sobre los cielos de la noche y fijó su mirada sobre el Oldín, al cual se vio atraída. Allá flotando en esa expansión, dejó que su fulgor se intensificara como una lumbrera luminosa que cubrió los campos con su luz azul. Así se mantuvo por horas, hasta que Daabi la vio y se acercó a ella. Entonces ella menguó hasta desaparecer. Solo para regresar en la noche siguiente en la forma de una estrella azul.

Después de éstos, los Arias trajeron a Jatáy, furiosa e indomable espíritu de los mares y con ella a sus hermanos menores, Lodemar y Quebas, que se derramaron sobre los abismos de la tierra para llenarlo todo y crear los mares. El oeste y el sur son sus dominios. Donde se juntan y luchan sus poderes en la reunión de las muchas aguas.

Muchos otros espíritus de distintas jerarquías aparecieron después de los primeros poderes, llenando todo el mundo de sus luces, sus susurros y su influencia.

Se dice que no es posible que los espíritus creados por los Arias puedan dar a luz a otros espíritus. Aunque algunas entidades de naturaleza misteriosa pueden transformar la escencia de algunas criaturas materiales, para que vivan y existan como espíritus también. Pero algo único sucedió durante la primera era del viejo mundo.

El instinto primario de Daabi era acercarse a Jaci, atraído por una fuerza que hasta después de muchos siglos vino a entender. Pero al perseguirla incansablemente día a día desde un extremo del cielo en el este, hasta el final de su recorrido al oeste, Daabi nunca logró alcanzarla, pues cada vez que se acercaba demasiado, ella menguaba y desaparecía. No obstante la persigue por el cielo hasta estos tiempos, pues la ama, aunque no puede estar con ella.

Desde los abismos de la tierra la poderosa Jatáy miraba la carrera incansable de las lumbreras en el cielo y los persiguió intrigada también, alzando grandes olas en los mares y creando las mareas altas y bajas. La primer emoción articulada que ella experimentó fué un poderoso celo por Jaci, ya que las aguas del mar buscaban el fulgor de Daabi quien la atraía. Aunque la luna también movía y arrastraba fuertemente sus olas. Pero Jatáy se estremecía al sentir como el calor de Daabi afectaba su composición, evaporando sus partículas, formando grandes y poderosas nubes de tormenta. Las cuales con el movimiento de las mareas eran llevadas lejos, hasta que sus aguas se derramaban de nuevo como lluvia sobre las montañas.

Jatáy hiere a Daabi.

Jatáy sintió gran ira, pues cada día solo lograba acercarse a Daabi en el ocaso. En los minutos cuando el sol desaparece del cielo y parece hundirse en el mar del oeste. Antes de apresurarse a regresar al lugar de su nacimiento y de nuevo iniciar su baile celestial con Jaci.

Ella, por tanto, hirió a Daabi en el ocaso. En el momento cuando su fuerza menguaba y pelearon con terrible ímpetu, tiñendo las aguas y el cielo de la sangre que mancha el horizonte cada tarde, en la puesta del sol.

Sin advertirlo, a través de la primer era del mundo primitivo, estos movimientos y la lucha incesable de los poderes de Jatáy y Daabi produjeron cuatro fuerzas elementales muy diferentes en el mundo, que nacieron haciendo guerra entre sí, y no podían estar de acuerdo. Conocidas originalmente como leves influencias en Oldín, cobraron fuerza y consciencia al paso de los milenios, despertando como los cuatro hijos de Jatáy y Daabi.

Éstos son sus nombres: Ja'ak, el viento; Ajchia'ak, el frio; Kuyóo, la fertilidad; y 'Paal, el calor.

Ja'ak, Ajchiaák, Kuyóo y 'Paal

Con su constante guerra trastornaban el Oldín continuamente, con fria nieve, lluvias incesantes y sequías terribles. Batallaban para dominar las tierras con su influencia. Hasta que Jatáy rogó a Daabi que reconociera a sus hijos y les diera herencia en Oldín.

Daabi tomó por tanto, a sus hijos y les concedió dominio sobre la tierra, a cada uno durante una porción del año. Legitimizándolos así como espíritus y estableciendo las cuatro estaciones de clima en Oldín. Desde entonces, los cuatro no pelearon más y fueron reconocidos por los espíritus de la naturaleza y por los hombres de las primeras tribus como Invierno, Primavera, Verano y Otoño. Los Hijos de Jatáy y Daabi.

De esta manera se consoló el corazón de Jatáy, al ver a sus hijos gobernar como príncipes debajo del sol, su padre.

Por Rubén Darío Romero López

08 de Septiembre de 2016

Todos los Derechos Reservados © Rubén Darío Romero López 2016 Tecate, Baja California, México Correo: ruben_drl@yahoo.com

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