Malia, La Bruja de Monchupa (La Leyenda de Oldín)
- Rubén Darío Romero López
- 7 sept 2011
- 6 Min. de lectura

En la parte más alta y más alejada de la cordillera llamada "cabeza de oso", se encuentra un lugar que no es conocido por los hombres del sur. Escondida detrás de un frío sepulcral y poseída por el odio y el rencor, se asoma desde su oscura cabaña la vieja Malia.
Es una historia horrible y desgarradora la de Malia, la temida bruja de las montañas nevadas de Monchupa. En un día claro ella mira hacia abajo de la montaña, su corazón repleto de rencor y deseos de venganza. Han sido muchos largos años los que han pasado desde que ella fue vista por los hombres del sur. Su existencia se ha quedado rezagada en la memoria de los viejos y en las historias de miedo que se cuentan para asustar a los niños de Lordán. Los muchachos del bosque del sur usan el temor de su historia para retarse a subir la montaña y probar su valor, pero ninguno que se haya aventurado muy alto en Monchupa ha vuelto, y esto ha alimentado las historias y el miedo de los horrores de la bruja.
Las historias han exagerado algunas cosas con el tiempo, pero la verdad es más terrible que lo que se pueda contar. Su secreto es más diabólico y su corazón es más oscuro que lo que cualquiera pueda decir. Ella no asecha a los jóvenes necios que se aventuran a subir a sus dominios, sino que espera. Espera el tiempo de retribución en el que ella asentará un golpe letal a su enemigo. Por medios místicos ella ha sabido que él vendrá a ella un día y ella aguarda el momento de ese encuentro.
Cada día Malia alimenta su odio, recordando su historia, para mantener vivo el fuego del infierno que arde en su corazón. Debe recordar las afrentas y el abuso cometidos en su contra para odiar de nuevo y odiar más aún si es posible. Recuerda el hermoso rostro cubierto de lágrimas, de una joven de Lordán, llamada Maya, que abandona su hogar y sube la montaña. Sabiendo que no podrá volver jamás por causa de lo que ha hecho. La ve pisando con pies descalzos la blanca nieve y se estremece al recordar la pena y el castigo que los elementos le imparten. Pero siente la vida creciendo dentro de ella y se esfuerza por buscar refugio. Una fuerza inhumana emana de esa vida dentro de su vientre, la levanta y la hace continuar. Juntos encontrarán un lugar para sobrevivir las inclemencias. Recuerda la larga espera a que pase el invierno, escondida en esa cueva por semanas sin alimento ni agua, pero ella no se debilitaba. La vida emanaba de dentro de ella y la llenaba de fuerzas para seguir esperando. El llanto lentamente se convirtió en un profundo rencor y el rencor en una amargura en su alma.
Pasaron los días y llegó el tiempo de la primavera y junto con el primer día soleado llegó el momento de su alumbramiento. La cueva se llenó de luz al nacer una hermosísima niña de cabellos rojos como el fuego y ojos claros e iluminados. La madre pensó que nunca había visto algo tan hermoso, la sostuvo en sus brazos y la contempló por horas. La llamó Keez-hee-koni, que significa, "fuego que arde" porque esa luz no se fue de aquella oscura cueva y las mantenía calientes.
Maya había sobrevivido muchas semanas mientras llevaba a la criatura dentro de ella, pero ahora sentía que la vida se le escapaba rápidamente y se desvanecía. No tenía las fuerzas de levantarse y aún si lo hiciera, no se atrevería a salir a buscar alimentos y dejar sola a Keez en la cueva, por temor a los depredadores. Así que solo la sostuvo por todo el tiempo que ella pudiera mantenerse despierta aferrándose a la pequeña, sabiendo que el fin estaba cerca para las dos.
Pero a veces el destino es caprichoso, y teje alrededor de nosotros, un camino complejo y oscuro que hunde en el dolor a sus víctimas. Tal vez buscando la ocasión para que un bien mayor aparezca para traer balance en nuestro mundo olvidado por los Arias. Lo que Maya estaba a punto de vivir la hundiría aún más en ese abismo de pena, lástima y rencor.
Maya no lo sabía aún, pero, esa cueva era mucho más que un refugio usado por las bestias de la montaña. La joven extraviada de Lordán había encontrado un lugar sagrado que servía como puerta al mundo de los espíritus. Esta era la puerta de Monchú, el soberbio espíritu oso de las montañas nevadas, quien se había apartado al mundo espiritual para invernar en un sueño místico hasta la llegada de la primavera. En este mismo día del solsticio de la primavera, él despertaría para encontrar a dos mujeres invadiendo su santuario. Este encuentro moldearía el destino de muchas vidas a través de toda la tierra de Oldín. Tanto de los humanos como de los mismos espíritus de la naturaleza.
Monchú, no era un espíritu compasivo con los humanos. El fue uno de los primeros espíritus fragmentados desde el tiempo de la creación de Oldín. Uno que detestó su estado disminuido desde el momento de la separación de los Arias. Aunque era una entidad poderosa, capaz de ejercer gran influencia sobre los humanos, su único sentimiento hacia ellos era el de desprecio por sus corazones malagradecidos. No eran en nada diferentes a las creaciones anteriores de los Artesanos Creadores y no veía razón alguna para servirles.
Como iba desapareciendo la luz en esa cueva junto con el aliento de Maya, el delgado velo entre los mundos se partió para dar entrada al terrible y soberbio espíritu del oso que despertaba de su sueño invernal. Al entrar en la cueva inmediatamente sintió la presencia de la criatura y notó la unión poderosa que tenía con la mujer moribunda. Percibió que no se trataba de un espíritu de la naturaleza sino de algo diferente. Este era un poder más puro, como el de los Arias, aunque inferior, pero este poder era corruptible. Supo que si lo lograba controlar, él llegaría a ser el espíritu más poderoso en Oldín y sería capaz de gobernar sobre los otros espíritus para esclavizar a los humanos y reducirlos a servidumbre.
Poniendo la mano sobre la mujer la hizo volver de su sueño y se presentó delante de ella en la forma del poderoso Oso Monchú, vestido de una gran luz y habló con voz tronante haciéndola estremecerse.
"Has entrado en el lugar sagrado del espíritu Monchú. Ninguno vivirá después de tan grande atrevimiento"
Maya levantó su mano, abrazó fuertemente a Keez y gritó al espíritu: Soy una mujer desechada y extraviada que solo busca un hogar para ella y su bebé. Yo serviría al compasivo espíritu que nos dé alojamiento y cuide de nosotras. Juraré servicio eterno al poderoso y benévolo ser que nos tome en su casa.
Monchú gruñía y roncaba con los graznidos típicos de un oso y contestó:
Yo no soy un espíritu benévolo ni compasivo. Yo busco solo lo mío y solo vivirá ante mi aquel que me reverencie. Yo seré tu amo y tú me servirás, y cuidaré de tu hija, la que has llamado Keez-he-koni y será también mi sierva, poniendo a mis servicios todo su poder.
Maya hizo reverencia con gran temor y dijo con voz quebrada:
Así será, mi señor Monchú. Se hará como tú has dicho.
Monchú respondió: Ahora yo también he visto tu corazón y sé lo que has hecho y conozco el rencor que llevas en tu interior. Yo pues, te daré la venganza de tu enemigo, aquel a quien un día amaste y te ha traicionado, dejándote sola. Tú lo verás, pues vendrá él mismo a esta montaña y yo te daré la satisfacción que buscas.
Yo usaré tu dolor, tu rencor y tu pena para fortalecerte y te haré una poderosa hechicera, como no ha habido antes en Oldín y tu fama aterrará a los pueblos del sur por generaciones. Y tu nombre no será Maya, sino Malia, por la amargura con la que has venido a mí. Porque por ella te haré fuerte y tendrás venganza.
En ese instante, la mujer cayó al suelo retorciéndose en dolor mientras Monchú la desgarró con sus garras poderosas y entró en ella para habitarla. La joven Maya murió ese día, junto con la última pizca de bondad que pudo existir en ella. Ese día nació la leyenda de Malia, la bruja de Monchupa.
Muchos años han pasado desde entonces y pocos conocen la historia real, pero todas las tribus hablan de una espantosa bruja que devora a todo aquel que osa subir a la cordillera conocida como "cabeza de oso". Acerca de Keez, la extraña hija de Malia. Ella ha crecido ya y su poder ha sido corrompido por el corazón vil de Monchú. Pronto conoceremos los planes de ese espíritu arrogante. Un mal se acerca desde el norte, una sombra de pena y retribución pesa sobre las pequeñas aldeas del sur. En Lordán se habla de un espíritu de fuego que consume y devora a los cazadores que se acercan a la montaña. Keez ha empezado su era de terror, anunciado la ruina venidera.
Por Rubén Darío Romero López
07 de Septiembre de 2011
Comments