Las Hijas de Shajali, Primera Parte. La Leyenda de Oldín
- Por Rubén Darío Romero López
- 7 sept 2011
- 29 Min. de lectura
Las encarnaciones de Aria eran un interminable ciclo de vidas y experiencias. Unas, complejas como apasionadas. Otras, breves y con profundo sentido y enseñanza. Cada encarnación le dejaba un crecimiento y aprendizaje en su espíritu que resultaba en una nueva encarnación más sabia e iluminada. Cada vida era una colección de enseñanzas que se volvían parte de su esencia. La sabiduría adquirida permanecía, aunque los detalles personales eran olvidados, dejando en blanco el bastidor de su memoria. Así fue como Aria olvidó su verdadera identidad y perdió todo recuerdo del poderoso Editon que forjó, en el que depositó gran parte de su poder infinito. Este era el Etam sagrado, que permaneció oculto en Oldín por edades, sin remembranza.
Ahora el Etam esperaba el momento en el que el espíritu de Aria alcanzara la iluminación plena y despertase de nuevo como el Sabio Wakanda que volviera para recuperarlo y así reclame su reinado absoluto en el Caal como en único Artesano Creador, trayendo balance y justicia a todo Oldín.
El joven de Lordán
Al nacer como Shajali, en la aldea del norte de Lordán, creció bajo la tutela de un anciano y sabio consejero del gran jefe. Su padre conocía las antiguas leyendas de la creación de Oldín y Shajali disfrutaba escuchar junto con los chicos de su tribu, las historias que él les platicaba en las noches de fogata y luna llena.
En su adolescencia mostró una madurez poco común en un muchacho a la vez que mantenía una pasión y la curiosidad de un niño por la vida misma. El viejo y sabio Jefe notó muy pronto el espíritu alumbrado de Shajali y lo mantuvo cerca, pues intuía, que su destino sería grande. Incluso cultivó una amistad con el padre del muchacho para participar en su formación, y cuando llegara el tiempo, facilitarle la entrada al grupo distinguido de los cazadores guerreros llamados “Cheveyo”. Éstos jóvenes eran entrenados desde su infancia para llegar a ser fieros y valientes en la cacería y en la guerra. Su linaje se remontaba hasta aquellos primero hombres que fueron enseñados por el espíritu lobo Nushee en la cacería. Ser un Cheveyo era un estatus social honroso y quienes alcanzaban este honor caminaban con orgullo en Lordán. Esta tradición era el centro de la cultura de las tribus de Lordán. El Gran Jefe deseaba esta honra para Shajali, así que le proporcionó todas las oportunidades, cuidando de él como de un hijo.
Shajali y Maya
Shajali fue procurado por muchas jóvenes de su tribu pero él amó solo a una mujer. Su gran amor era una joven hermosa llamada Maya, quien también era hija del Gran Jefe, y juntos pasaron mucho tiempo de convivencia y diversión en los años de su juventud. El padre de la joven aprobaba de su amistad y esperaba que algún día Shajali llegara a ser su yerno.
Maya en cambio era una joven sentimental y algo voluble. Con un carácter poco profundo, pero quería a Shajali, o al menos estaba encariñada con él y disfrutaba ser la joven más envidiada de Lordán. Era la chica más bella de todas las aldeas del bosque, era la hija del Gran Jefe, y era la novia del joven más codiciado. Maya consideraba la vida que el destino le había dado, y se sentía afortunada. Pero, nunca imaginó los giros que el destino tenía preparados para ella.
Elan, amigo y rival
El Gran Jefe también tenía un hijo llamado Elan que aventajaba en edad a Shajali un par de años. Elan, a pesar de que era un muchacho alto y atlético, y que sobresalía entre los demás en todas las cosas, siempre sintió una rivalidad con Shajali y a menudo se encontraba inconscientemente compitiendo contra él por la aprobación de su padre. Con todo, ellos fueron amigos durante su infancia y su adolescencia hasta que se llegó el momento de la ceremonia de iniciación de Elan como hombre adulto.
Era costumbre en Lordán que cuando un joven varón alcanzaba la edad de 17 años, pasara por un ritual sagrado de reconocimiento y validación. Una prueba que retaría todas las enseñanzas recibidas durante su crianza y lo declarase incuestionablemente como un hombre adulto y guerrero de Lordán. Quienes superaban tal reto recibían el nombramiento de Cheveyo (espíritu guerrero) y eran honrados en la sociedad por haber conquistado tan grande reto. A menudo los jóvenes Cheveyo se volvían arrogantes y se mantenían en un círculo cerrado de amigos. Y así sucedió con Elan, pues al atravesar su iniciación, superó cada prueba de manera extraordinaria y alcanzó el estatus de Cheveyo con grandes honores. Desde ese día, Elan se alejó de Shajali, sintiendo que al fin había ganado la posición de “hijo favorito” de su padre.
El Turno de Shajali
En su momento, la prueba llegó también para Shajali, pero para él, esta prueba no se trataba de la honra y los beneficios; sino de la posibilidad de pedir la mano de Maya sin que se le pudiera negar. Pues según la tradición, al joven que pasaba la prueba del Cheveyo, no se le podría negar la mano de la joven que elija. Y aunque él sabía que tenía la aprobación del Gran Jefe, él quería ganarse el derecho por cuenta propia.
El padre de Shajali era el hombre más orgulloso cuando llegó el turno de su hijo. Él mismo era un Cheveyo veterano y también tuvo el placer de entrenar a su propio hijo en la cacería y en las armas de guerra. En los años de aprendizaje, le enseñó todo lo que sabía del bosque y lo advirtió de la naturaleza peligrosa de su prueba, animándolo a improvisar y valerse de los recursos que tenga a la mano en todo momento. Cuando llegó el día señalado, el alumno estaba listo.
Shajali y Maya platicaron la noche anterior de la gran prueba que convertiría al muchacho en un hombre adulto ante las tribus de Lordán y se hicieron promesas de amor, haciendo planes para el futuro. Las promesas hermosas y tontas que hacen los jóvenes sin conocer el mañana. Esa noche fue especial para ambos, pero la única para su amor, pues la prueba de su hombría revelaría a Shajali más de su identidad de lo que él esperaba.
Maya estaba feliz. Sintió que su cuento de hadas llegaba a su culminación cuando Shajali le prometió volver pronto de su prueba, ya convertido en todo un cazador, y así tomarla por mujer. Se sintió la joven más afortunada del mundo y le gustaba la sensación. Nunca advirtiendo que su prometido era mucho más que lo que ella veía. Él era una encarnación de Aria, el último espíritu puro del Caal.
Esa noche no hubo mucho sueño para el joven de Lordán. Toda su vida había sido una preparación para este día tan importante. Al amanecer, fue llevado por los Cheveyo, el Jefe de Lordán y tres ancianos consejeros (entre ellos su padre), a los límites del bosque hacia el Este, junto a las Arenas Rojas que llevan a Neyati. Aquel oscuro y misterioso bosque habitado por espíritus rebeldes que aborrecían a los humanos. Ellos habían convertido a Neyati en un lugar sobrenatural, reminiscente de aquel Caal antiguo donde vivieron los espíritus puros antes de fragmentarse y perder su fuerza original. Las bestias de Neyati habían mutado por la concentración de los espíritus y eran bestias indomables de increíble fiereza.
El Gran Jefe lo trajo al frente y lo hizo ver el extremo del horizonte, desde un lado al otro. Con su rostro hacia el Este, a su izquierda veía claramente el desierto de las Arenas Rojas y a su derecha el gran lago conocido como las aguas cantantes de Hashtaal-To. Y frente a él, solo quedaba el camino sinuoso y pantanoso a Neyati. Fue entonces que el Jefe de Lordán, sintiéndose tan orgulloso como si fuese su mismo padre, puso las manos sobre los hombros del joven y clavo la mirada en él para decirle:
- "Delante de ti, está tu prueba, hijo mío. Este es el camino de los valientes. Esta es la tradición sobre la que se edifica nuestra sociedad. Fuimos enseñados por Nushee, el poderoso espíritu lobo del bosque. Él nos dio el cuchillo para la guerra, y nos enseñó a proteger estas tierras sagradas. Él nos dio el arco para cazar al venado, para así comer y vestir. Sólo los más fuertes son llamados Cheveyo. Solo aquellos que regresan victoriosos. Ve ahora y caza tu presa, y tráela aquí para que te honremos con tus hermanos cazadores. Para que comamos la carne de tu presa y tomes la mano de Maya a quien amas."
Shajali sonrió y abrazó al amigo de su padre con el cariño de un hijo y le dio las gracias.
Pero en el corazón de Elan, los antiguos sentimientos de competencia y rivalidad emergieron tan fuertes, como si nunca se hubiesen ido. Y deseó en su corazón que Shajali fracasara en su prueba, para que al fin su padre viera a este “usurpador” por lo que realmente era. Pero se guardó esto en su corazón, fingiendo una sonrisa y animando al aspirante, como lo hacían los demás jóvenes.
Camino a Neyati
Shajali fue despedido por su padre y dirigido al camino entre las aguas y el desierto. La naturaleza de su prueba era peligrosa. Por generaciones los valientes guerreros de Lordán habían comprobado su hombría cazando a una criatura de Neyati y trayendo una parte de ella de regreso como un trofeo. El no podría regresar sin una presa.
Las bestias de Neyati eran sobrenaturalmente grandes e inteligentes, y cazar aun a la más pequeña de ellas resultaba una hazaña difícil y meritaba reunir todo el valor. Pero por muchas generaciones, el reto había sido aceptado y superado por los más valientes hijos del bosque de Lordán. Algunos jóvenes cazaron al venado de gran cornamenta y volvieron a Lordán con la honra de la victoria. Algunos de los más renombrados llegaron a cazar el búfalo gigante de Neyati que era una fuerza imparable al investir. Quienes lo lograban matar eran reconocidos y recordados como fieros cazadores por muchas generaciones. Forjando así, un linaje de valientes.
Shajali caminó hacia la horilla del bosque, y se detuvo un momento contemplando el vasto desierto delante de él. Respiró profundo. Antes de dar un paso más, miró hacia atrás y sonrió a su amada Maya quien lo miraba desde los árboles. Con una mirada le confirmaba su amor y las promesas que le hizo la noche anterior. Después clavó su mirada hacia el extremo del Este y así comenzó su prueba de iniciación.
El viaje de tres días a Neyati era una prueba en si mismo. Pues aunque el camino bordeaba las alegres aguas de Hashtaal-To, éste estaba lleno de pantanos y durante las noches era fácil extraviarse o caer en problemas. Pues al caer el sol, el paraje lleno de la magia de los rebeldes espíritus antiguos se tornaba peligrosamente hostil. Los pantanos cambiaban de forma y animales extraños acechaban en las tinieblas. Hasta que al amanecer, las mágicas aguas cantantes se comenzaban a mover y a salpicar, trayendo la calma a los pantanos. Por esta razón, solo era posible avanzar de día; y por las noches necesitaba encontrar un lugar seguro y esperar a que los terrores de la noche pasaran.
Shajali, como todo joven de Lordán, había sido bien entrenado por su padre para sobrevivir en cualquier tipo de entorno peligroso y avanzó rápidamente hasta las orillas del Oscuro Bosque. Motivado por el amor de Maya, no hizo caso al temor y se aventuró a las entrañas de Neyati en busca de una bestia extraña para vencer y llevar a su amada como prueba de su hombría. Los sonidos del bosque eran completamente distintos a los de Lordán.
Intimidantes gruñidos brotaban de cualquier lado causando ecos prolongados por todas partes. Las plantas mismas eran de aspecto fiero y peligroso. Algunas incluso con varias hileras de dientes, se extendían hacia él, como intentando devorarlo al pasar. Avanzó hasta llegar a un claro junto a unas cascadas impresionantes, que con el estruendo de su caída opacaban los gritos de las bestias. Allí se detuvo para descansar y para volver a llenar su cuero de agua. Desde este lugar él vio a su alrededor. Los cerrados y verdes bosques eran realmente hermosos, y todo lo que veía completaba un cuadro de perfección alienígena, pero extrañamente, le era familiar. Un recuerdo disfrazado resonaba desde el mismo Caal en su interior.
El Despertar de Wakanda
Shajali sabía que no era prudente detenerse demasiado tiempo en ningún lugar de Neyati, pero por alguna extraña razón se sentía en paz en ese lugar. Se sentó sobre la fresca grama, mojada por la brisa continua de la cascada y recostó su cabeza en lo que le pareció la cama más suave que jamás había probado. La hierba bajo él lo levantaba y sostenía en el aire, como los brazos de una madre que lo arrullaba. Las aguas de la cascada menguaron dejando solo el canto de quietas aguas que bajaban acariciando las rocas del acantilado. Así se quedó profundamente dormido sobre la mojada grama de ese claro.
Mientras se iba sumergiendo en ese irreal estado, el ojo de su mente comenzó a vagar hacia un sueño pacífico. En él, miraba al mundo como un blanco bastidor en el que podía crear realidades con solo pensarlo. Colores y sonidos desconocidos para Shajali, volvían a su memoria desde tiempos antiguos. Una alegría indescriptible comenzó a llenarlo al recordar las sensaciones vividas por sus otras encarnaciones. El nacimiento, el amor, el dar a luz a una vida, el ser besado. Cada recuerdo iba pintando una imagen nueva, llena de color en el infinito bastidor de su mente.
Llenó el horizonte de imágenes bellas, desde un extremo hasta el otro y cuando volvió su mirada para ver su creación, una oscuridad temible subía desde la delgada línea que separa el cielo de la tierra. Los dolorosos recuerdos de pérdidas y frustraciones vividas lo golpearon como un meteorito, enfermándole el estómago y haciéndolo caer al suelo. Las guerras, la muerte y el rechazo. Revivió el dolor de sentirse burlado por el ser amado, el dolor de perder al ser guiado por una mentira, el dolor de ser olvidado.
En la agonía de su dolor, Shajali pudo apreciar una verdad universal que solo uno con el poder de ver la vida desde un panorama tan amplio podría entender. "Todo muere y todo se acaba". El amor de los hombres es egoísta e imperfecto. Los humanos son malagradecidos y siempre traicionan. Al final lo único que queda es muerte y pérdida. La enseñanza de vidas sin número le dejaba un amargo sabor de boca siempre al final, pero curiosamente, la esperanza no se iba de su corazón. No podía perder la esperanza al recordar a su amada Maya y el tiempo que pasaron juntos tres noches atrás. El amor en su corazón lograba balancear todo el dolor.
Sin que él lo supiera el bosque completo observaba a Shajali mientras dormía, las aves se posaron cerca y las bestias se detuvieron a corta distancia para ver el inquieto sueño del muchacho que ahora flotaba sobre el suelo sumergido en un estrago personal. El mismo clima respondía a sus sentimientos, primero recreando un día cálido de primavera y después un nublado y tormentoso cielo. Pero fue en el momento de ese pensamiento final. "El amor es la esperanza y hace valer la pena vivir" cuando de pronto todo estuvo en calma. Shajali había sido iluminado por una verdad absoluta. Era la verdadera razón por la que Aria había abandonado su estado original, y esa misma verdad era el sentimiento que lo movió a vivir como un humano. El Amor. Todo tenía sentido ahora y lo declaró con voz fuerte y segura: "El perfecto amor, echa fuera el temor".
Al momento de pronunciar estas palabras, una onda de energía se expandió desde el epicentro que era él mientras todo el conocimiento y la consciencia de Aria eran restaurados en él. Recordó todos los detalles de sus vidas pasadas, hasta el mismo momento en el que se despojó de su poder, vaciándolo en el Etam Dorado para convertirse en un ser mortal. También recordó el lugar preciso en el que escondió el sagrado Editon para poder recuperarlo y volver a su estado espiritual.
Todos los espíritus retrocedieron asombrados mirando la visible transformación que se suscitaba ante sus mismos ojos, el joven cazador despertaba de un largo sueño. Su rostro ya no mostraba inquietud ni dolor. Ya no era el joven nervioso y esperanzado que había entrado a Neyati. Una fluorescencia amarilla cubría su piel, emanaba de él con la cualidad del vapor y se elevó más del suelo. Los espíritus de Neyati entendieron al fin que éste ser que vino a ellos en la forma de un joven, era aquel Ancestro perdido que milenios atrás dejaron solo en el Caal. Pero ahora estaba delante de ellos, como un espíritu sabio iluminado y solo callaron en asombro y reverencia. Las aves no volaron y la cascada menguó mientras los espíritus admiraban la pureza del poder de Aria.
El mismo silencio del bosque lo hizo abrir los ojos al fin. Fue el despertar del sabio que estaba dentro. Al verse en el aire, sorprendido cayó al suelo y se incorporó rápidamente. Solo para encontrarse rodeado de las criaturas de Neyati que lo miraban con reverencia y temor. Por un instante pensó que seguía soñando, hasta que Fan, el espíritu de la cascada se acercó a él en la forma de un hermoso venado de cornamenta alta y luminosa. Se detuvo justo frente a Shajali con la mirada apacible y ojos claros. Inclinó su cabeza en forma de reverencia ante el poderoso espíritu de Aria que los había visitado. Shajali asombrado puso su mano sobre la cabeza de Fan y pudo escuchar al espíritu que le hablaba directamente al suyo. Fan lo llamó Wakanda en ese día y así mismo todos los espíritus de Neyati, honrando al último Artesano Creador que había abandonado el Caal para conocerlos.
El Poder de Wakanda
Shajali, llamado Wakanda por los espíritus de Neyati, aprendió rápidamente a entrar en contacto con los poderes de Aria, escondidos en lo profundo de su esencia. Descubrió que al concentrarse alcanzaba a percibir algo que él visualizaba como un quieto mar de luz en su interior que alimentaba su imaginación. Al dejarse flotar en esa energía podía dar sustancia a sus pensamientos y crear o modificar las cosas a su alrededor. No conocía la extensión de ese poder pero sabía que si se dejaba hundir en ese mar, el poder se volvía más intenso y violento.
Varios de los espíritus de Neyati acudían diariamente con peticiones para Wakanda y él les concedió muchos caprichos, hasta donde su destreza lo permitió, pero no se atrevió a profundizar en los poderes intensos debajo de la superficie, porque sabía él, que eso requeriría de mucho más tiempo de meditación y práctica.
Una Decisión Difícil
Shajali permaneció en Neyati por varias semanas después de esto, conociendo de boca de los espíritus la historia completa de la creación Oldín y la decisión de los Arias de venir a vivir entre los hombres que habían creado, fraccionándose en cientos de espíritus de la naturaleza para sustentar la vida. Y como los primeros espíritus renegaron de su estado inferior actual y se apartaron a los extremos de Oldín construyendo santuarios naturales para ellos y alejarse así de los hombres. Como los señores de las montañas altas y ellos mismos, que se apropiaron de Neyati.
Fue fácil para Wakanda perder la noción del tiempo, aprendiendo acerca de todos estos importantes asuntos y enseñando su profunda sabiduría, pues sentía la responsabilidad de un padre hacia estos espíritus perdidos. Así se fueron varios días, antes de que recordara a Maya y su vida como un joven guerrero de Lordán. Ahora le parecía una vida tan pequeña, involucrarse con los humanos y vivir como un mortal y se enfrentó a la decisión más grande de su existencia. ¿Era ya el tiempo de dejar la vida terrenal y volver con los espíritus? ¿Volvería a buscar el Etam y regresaría al Caal? Sin duda la experiencia acumulada a través de tantas largas vidas era más que suficiente para volver como un espíritu más sabio, justo y poderoso. Pero la decisión no la podría hacer aquí, sino en Lordán. Solo después de volver a ver a Maya él sabría si estaría dispuesto a volver al frio vacío del Caal o vivir de nuevo como hombre junto a ella.
En Lordán, la familia de Shajali se preocupaba. Ningún joven había tardado tanto tiempo en regresar de su misión y quienes lo hacían era porque habían muerto en su cacería.
Elan, hermano de Maya, la angustiaba diciéndole que tal vez Shajali no pudo cumplir con su tarea y huyó a otras tierras por la vergüenza, porque ningún guerrero se atrevería a volver con las manos vacías; eso sería una deshonra para él y para su padre. Maya sufría más aún, pues había descubierto que estaba embarazada de Shajali y pronto se descubriría su situación, para su vergüenza. Poco a poco su vida de ensueño se le desmoronaba en las manos y no sabía qué hacer. Solo sentía que se hundía en la desesperación.
El Regreso a Lordán
Shajali al fin inició su camino de regreso sin la aprobación de los espíritus de Neyati. Ellos lo retenían pues anhelaban recuperar su estado original y sabían que solo Aria era capaz de dárselos. También sabían que para poder abandonar el Caal y tomar forma humana, Aria debió haber vaciado gran parte de su poder en un "Editon" (objeto sagrado) y lo debió esconder en algún lugar de Oldín. Pensaron que si ellos obtuvieran ese poder podrían acabar con Oldín y recuperar su anhelado reinado espiritual en el Caal. En lo profundo, éstos espíritus de la naturaleza, habían perdido su pureza desde que los grandes Arias se fragmentaron y se habían vuelto egoístas y ambiciosos; y aunque muchos espíritus de la naturaleza cumplían con sus funciones, sustentando la vida en Oldín, éstos habían llegado a renegar de su estado inferior actual y anhelaban aún su antiguo hogar en la infinita expansión del Caal sagrado, que habitaron como los Artesanos Creadores de mundos sin fin.
Estos espíritus eran capaces de engañar y herir con tal de conseguir aquello que tanto anhelaban. Trataron de detener a Shajali junto a ellos pero a la vez temían su increíble poder, así que lo despidieron al fin y él dejo Neyati con la promesa de que volvería de nuevo, algún día.
Las visiones perturbadoras de Shajali
El tremendo estrago entre el lado humano y la esencia espiritual de Shajali creaba un tormentoso conflicto en su interior. El bombardeo constante de memorias, algunas felices y otras dolorosas, seguían emergiendo de su interior. En momentos se sintió listo para abandonar el mundo etéreo y pasajero de Oldín y dejar ese cascarón débil que portaba como cuerpo, pero de pronto volvía a recordar la belleza de la vida humana, que, aunque más escasa que las penas, eso mismo la hacía más preciosa.
Pensaba en Maya y de nuevo se sentía seguro de su decisión. Consideró la naturaleza fugaz del amor entre dos vidas mortales, y pensó que no había nada más perfecto, que entregarse al ser querido durante el tiempo de la juventud para envejecer juntos y crear una unión mística hasta que la muerte los separe. Maya merecía eso, ella merecía amar y ser amada, tener hijos y envejecer junto a alguien. Pero, no era justo que él muriera, solo para volver a nacer y comenzar de nuevo, mientras que la memoria de Maya se desvanecería de su mente al encarnar de nuevo. Eran muchas sus dudas y su lado humano sufría porque lo único de lo que él estaba seguro era que amaba a Maya, pero no sabía si era correcto engañarla por toda una vida viviendo a su lado como un hombre mortal.
En vidas pasadas Shajali había participado en crueles guerras que moldearon la historia de las tribus en Oldín, había peleado por causas contrarias en diferentes encarnaciones y ahora no veía el sentido en todo ello. Solo le dejaba un vacío sin respuestas en su alma. Y las visiones de muertes lo acusaban ante la recién despertada consciencia de Aria, espíritu creador y dador de vida. La culpa crecía más y más en su corazón, por haber causado muertes y haber quitado el aliento sagrado que los Arias confiaron a todo ser vivo. Ahora que había despertado como Wakanda no era capaz de quitarle la vida a ninguna criatura, pues podía percibir el espíritu y esencia de los espíritus en todo.
El camino de regreso no presentó más dificultades que las que atravesaba en su interior. Pero fue largo y pesado. Cada paso lo acercaba más y más a una decisión que no estaba listo para tomar. Y aparte de esto, él no había traído un trofeo para validar su hombría. No sería sencillo solo decir a los ancianos y a los demás en la aldea que simplemente ha descubierto que él es Aria y que no mataría a un ser vivo. Sabía que su nueva sabiduría retaría siglos de tradición en Lordán.
La vergüenza de Maya
Maya miraba atentamente hacia el Este, con la esperanza de ver una forma levantarse desde el horizonte. Cada día venía a la orilla del bosque que ve hacia las arenas rojas y esperaba con los ojos llenos de llanto y el corazón lleno de dudas. ¿Qué pasará con ella ahora que se encontraba sola? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que alguien descubriera su vergüenza? ¿Quién cuidaría de ella y de su bebe? Buscado en su corazón por respuestas que solucionaran su situación, llegó a pensar en engañar a otro joven para que fuera padre de su hijo. Pero sabía que su padre jamás lo perdonaría. Así, llegó a considerar hasta quitarse la vida, pero sentía que algo poderoso crecía dentro de ella, que le daba una razón para esperar.
Una tarde fría de cielo azul, esponjadas nubes flotaban bajo y una espesa neblina cubría el suelo como una gruesa alfombra blanca. Dando la sensación de estar en el mismo cielo. Muy lejos en el horizonte figuras vagas se dibujaban en la neblina. Apenas distinguibles, cambiaban de forma y tamaño. Luces de antorcha cortaban a través de la neblina en rayos irregulares que parecían provenir de varios lados a la vez. Más intensa, más fuerte. La luz crecía detrás de la blanca cortina de humo, dibujando una silueta delgada, sin una forma clara al principio, pero pronto se definieron brazos y piernas y un caminar lento, muy particular de aquel muchacho amado de Lordán.
Maya corrió queriendo alcanzar su corazón que salió volando delante de ella. Con los brazos abiertos se estiraba para abrazar a su esperado guerrero, pero al llegar al banco de niebla, no había nadie allí. Se encontraba sola de nuevo en esa creciente oscuridad. Las luces se desvanecieron dejando solo el brillo de pocas estrellas que resplandecían a través de las capas más delgadas de las nubes allá arriba. Se sintió turbada por la visión. El aliento apenas regresaba a ella cuando escuchó la voz de Shajali, intensa y apasionada:
- ¡Maya!
Ella se volvió, y lo vio allí parado frente a ella, pero no lo reconoció de momento. Confusión, desconcierto. Era diferente. Un hombre alto y fuerte con los ojos más claros que ella jamás había visto. Esa mirada cortaba las densas tinieblas de la noche.
- ¡Maya! –dijo de nuevo.
El corazón de Maya saltó al sonido de su voz y lo abrazó con fuerza. Extrañamente, fue como abrazar a un desconocido. Sintió aprehensión y duda a la vez. Pero él le hablo diciendo:
- He regresado. No tengas temor.
Aún su voz era distinta.
- He regresado a ti, Maya. He vuelto y ahora estaremos juntos. No tengas temor.
Maya soltó el llanto al fin y no se detuvo por largo tiempo, mientras Shajali la consolaba en sus fuertes brazos. Sintió descanso al fin y la esperanza volvió a ella.
Caminaron abrazados sin poder soltarse. Se acercaron a un árbol alto del bosque y se sentaron para platicar. Después de todo, había mucho que decir, pero Shajali esperó y escuchó a Maya hasta que ella se sació de hablar y su corazón fue consolado, pero ella no le reveló su embarazo. Shajali se dio cuenta tan pronto como la vio entre la neblina de la noche, que su decisión estaba hecha. Él la amaba y cuidaría de ella durante toda su vida mortal.
La mañana los sorprendió todavía hablando pero Shajali solo le habló de su viaje, del camino y de las bestias extrañas que encontró en Neyati. No podría decirle jamás que él era el espíritu perdido de Aria y que viviría para siempre. Sería para ella un hombre mortal y nada más.
Maya estaba emocionada y nunca le preguntó a Shajali sobre la bestia que debió traer de Neyati, dando por hecho que había completado su misión. Tampoco se preocupó por su reputación al no llegar a su casa en toda la noche, porque en la tradición era derecho del guerrero reclamar a su mujer en el momento de su llegada. Así, estuvo confiada Maya, creyendo que Shajali había traído una prueba de su cacería.
Muy temprano, los muchachos de Lordán los encontraron recostados bajo el árbol y gritaron en celebración de la llegada de su hermano cazador. Con gran alegría, los jóvenes lo trajeron a la aldea, delante de los ancianos y del gran jefe para que mostrara su presa y reclamara a Maya para ser su mujer.
Los ancianos se reunieron en el centro ceremonial de la aldea, junto a una gran fogata preparada para quemar los restos de la bestia de Neyati. Los amigos de Shajali no preguntaban cosa alguna sobre tal bestia, pensando que Shajali esperaba para mostrarla en el momento culminante de la ceremonia. Su padre lo recibió con alegría, pero no cruzaron palabras, pues notó algo visiblemente diferente en su hijo. Era su estatura o sus músculos, o tal vez la mirada apacible y profunda. Era como ver a un impostor, y solo estuvo de pie con los ancianos, esperando a ver cómo se desarrollaban los eventos del día.
Pero cuando el momento llegó, Shajali estuvo en pie solo ante los ancianos. Maya vestida de novia esperaba junto a sus padres. Elan recibió la noticia de su llegada con poco agrado y estuvo en pie junto a los otros cazadores guerreros atento a lo que fuera a suceder. El padre de Shajali entre los ancianos, se miraba preocupado, mirando con intensidad a su hijo, quien lucía extrañamente diferente. El Gran Jefe contento y vestido de su traje ceremonial dio el lugar a Shajali para que hablara a todos los congregados y presentase la prueba de su victoria.
Entonces él habló:
- Mi nombre es Shajali. Soy hijo de esta tribu. Hijo de esta grande y honorable familia. Hijo del bosque sagrado de Lordán. Hijo de los guardianes del sagrado Árbol Padre. Yo caminé el camino de los tres días hasta Neyati. Atravesando los pantanos y las aguas cantantes de Hashtaal-To. Entré en el Bosque Oscuro de los espíritus. Allí miré las bestias que mis hermanos guerreros han descrito y bebí agua de la cascada estruendosa. Allí toqué a Fan, espíritu sabio que mora en la cascada, en las entrañas de Neyati.
Los ojos de todos miraban intensamente a Shajali, preguntándose qué significaba lo de tocar a un espíritu. Y comenzaron a sospechar que algo no andaba bien. Shajali continuó:
- El sabio Fan habló a mi espíritu humano. Reveló su sabiduría y me iluminó para que entendiese que toda la vida es sagrada y no debe ser quitada con violencia. Que las bestias de Neyati son nuestros hermanos, creados por los mismos Artesanos que nos dieron forma a nosotros. Yo he visto y he escuchado a los espíritus dentro de todo ser vivo. Y sé que somos uno. Aún aquí, ahora mismo, nuestros espíritus son uno con ellos.
Maya suspiró, abriendo su boca en asombro. El padre de Shajali inclinó su cabeza desconcertado. Los ancianos permanecieron atónitos y sin palabras por unos instantes. Murmullos se comenzaron a escuchar entre los congregados con un tono de desaprobación. Entonces el Gran Jefe habló, levantando su mano para que todos guardaran silencio.
- ¿Son verdad estas cosas que has hablado, Shajali? ¿Acaso los Artesanos Creadores no nos hicieron guerreros y cazadores para comer del fruto de la tierra?
Shajali sabía que aunque los hombres de Lordán cazaran animales para comer y para vestir sus pieles, él nunca lo podría hacer, pues era un espíritu dador de vida, pero no había manera de explicárselos. Pensó muy bien en sus siguientes palabras antes de decirlas, pues veía que su credibilidad se desvanecía.
- Yo no he matado a una bestia de Neyati, porque a mí se me eligió para ver lo que ustedes no pueden ver. Yo veo el espíritu en los animales y he hablado con el venado de cornamenta luminosa. Con Fan, el protector de la cascada estruendosa…
En ese momento Elan, el hermano de Maya, y orgulloso cazador Cheveyo, levantó su voz en representación de los demás guerreros:
- ¡Mentiroso! –gritó interrumpiendo sus defensa– Tú no viajaste hasta Neyati. Tú estuviste escondido en el extremo de Lordán porque tuviste miedo de los peligros del Bosque Oscuro y ahora nos has hablado todas estas mentiras para que perdonemos tu cobardía y te demos a nuestra hermana Maya por mujer.
Inmediatamente la congregación se dividió en dos grupos. Entre aquellos que creyeron la extraordinaria historia de Shajali y los que lo acusaban de mentiroso. Otros simplemente gritaban, “¡Está loco!” y lo abuchearon. Aún los ancianos estaban divididos y no se podía escuchar lo que uno decía por la gritería de todos. Así que el Gran Jefe alzó su mano de nuevo y los hizo callar a todos.
Nushee, el espíritu protector de Lordán, nos ha enseñado a cazar la presa para comer y vestir. Él es un espíritu de la naturaleza también y habló a nuestros ancestros de la misma manera que tú dices que Fan te ha hablado a ti. Tal vez tu lugar no es en Lordán, sino en Neyati.
La gente comenzó a gritar de nuevo y Shajali no podía decir una cosa más. Maya se sentía defraudada y confundida. Quería creer las historias de Shajali pero era difícil ignorar los argumentos de los otros. Los ancianos se inclinaron a las palabras del Gran Jefe y comenzaron a presionar diciendo: “Échenlo del bosque”. Aunque los jóvenes Cheveyo hablaban de quemarlo en la fogata.
El padre de Shajali, entendió al fin qué era aquello que notaba en su hijo. Había sido tocado por los espíritus y estaba iluminado. Pero como anciano de Lordán y consejero del Gran Jefe, sabía que la congregación nunca aceptaría dejar sus tradiciones por la sola palabra de un muchacho que aparentemente fracasó en su misión como cazador. Supo que solo había una cosa que podía hacer para salvar a su amado hijo y a su prometida. Así que gritó con la voz desgarrada de la pena:
- ¡Esperen! –dijo. Luego se dirigió al Gran Jefe– Yo ofrezco una solución al asunto.
Todos callaron de nuevo y el Gran Jefe asintió con la cabeza para que hablara. El padre miró a todos de lado a lado y después clavó la mirada en su hijo.
- Es costumbre en Lordán desde tiempos antiguos, que el muchacho muestre su hombría cazando una bestia de Neyati y trayéndola al fuego sagrado para arder. Y si no cumpliera su misión, será desechado, llevando su humillación y vergüenza, pues no es digno de ser llamado “Cheveyo”. Tampoco se le dará una de nuestras jóvenes por mujer, sino que vivirá fuera de nuestras tierras, para que no hiera nuestro linaje y no diluya nuestra sangre.
Todos asintieron con la cabeza al escuchar al anciano recitar la ley de los Cheveyo. El Gran Jefe lo miraba atentamente, pesando cada palabra.
- Yo soy un anciano de Lordán y consejero del Gran Jefe. También he probado mi valor, matando al bisonte gigante de Neyati y traje su cornamenta para arder en este fuego sagrado. Mas ahora que yo he servido a esta tribu por muchos años y mis días se acercan al fin, una cosa pediré a mi pueblo y a mi Gran Jefe, para mí y para mi hijo que ha sido iluminado en su viaje. Yo llevaré la deshonra por mi hijo y dejaré mi puesto entre los ancianos. Me apartaré al extremo del bosque y no me verán más. Y Shajali tomará a Maya por mujer y dejarán Lordán para siempre.
Shajali se opuso inmediatamente, pero su voz fue opacada por los gritos de los congregados que cada vez escalaban más y parecía que el asunto no terminaría bien. Maya cubrió su boca, ahogando el llanto y la sorpresa. Ya no podía más con la confusión y la vergüenza al imaginare saliendo de Lordán para siempre, dejando atrás a su familia y su casa. Se sintió defraudado por su prometido, porque no le había confiado estas cosas la noche anterior y ahora lo perdería todo. Lo peor era que no tenía otra opción porque ella cargaba el bebé de Shajali en su vientre.
Elan, había notado un comportamiento extraño en su hermana desde días atrás. Pero ahora se veía completamente descompuesta y confundida. La vio de pie allí, vestida de novia, con los ojos brillantes por las lágrimas y sus manos en el vientre. Entonces entendió que ella cargaba el bebé de Shajali. El fiero Cheveyo se llenó de ira al ver la humillación de su hermana y se enfureció gritando más fuerte que lo quemaran en la fogata. Con sus gritos animaba a los otros jóvenes, quienes gritaban también que lo quemaran.
El Gran Jefe se puso de pie en medio de todos con sus manos en alto y esperó unos minutos para hablar. Las voces de todos se redujeron a susurros bajos. Miró a Shajali y después a su padre. Por un lado tenía a los Cheveyo que lo presionaban y por otro a los ancianos que insistían hacer valer la ley. También estaban los aldeanos que opinaban en voz alta diferentes cosas y ahora se le presentaba una opción para resolverlo todo. Pero no deseaba desechar a un consejero tan fiel como había sido el padre de Shajali. Sopesó todas estas cosas en su corazón y con renuencia contestó a toda la congregación:
- No es mi deseo perder a dos buenos hombres de Lordán en este día. Pero nuestras tradiciones son las que nos guían y no es fácil invalidarlas con solo argumentos fantásticos. Nuestro estilo de vida está en juego en esta decisión, y yo soy quien dirá la última palabra. A menos de que Shajali presente pruebas claras de su encuentro con el espíritu de la cascada, no puedo aceptar lo que nos ha hablado hoy.
Shajali sabía que ese era el momento perfecto para dejar que se manifestaran los poderes del Sabio Wakanda, pero también sabía que eso cambiaría todas las cosas y nunca seria visto igual por ninguno de ellos. Pensó en su padre, en Maya y en sus amigos, y no pudo hacerlo. Inclinó su cabeza y aceptó la sentencia en su contra.
El Gran Jefe, perturbado, suspiró profundo y miró hacia la gente, después hacia los Cheveyo y a los ancianos consejeros; rostros duros e inmisericordes. Y después contemplo fijamente a su hija Maya con la mirada llena de desilusión y pena. Al final conectó la mirada con su amigo y consejero, anhelando decir lo que sentía con la mirada, y habló:
- Te concedo tu petición.
Las exclamaciones de la gente, de una y de otra persuasión, no se dejaron esperar. El estruendo de los gritos golpeó a Maya como un dardo en el corazón, y sintió que las fuerzas le faltaron para mantenerse en pie. Shajali corrió hacia su padre y lo abrazó, su padre lloraba sin pena mientras apretaba el pecho de su hijo. El padre le dijo al hijo:
Toma a tu mujer y llévala a las orillas del bosque del norte, en el valle al pie de la montaña. Es un buen lugar para vivir y plantar. –Lo apartó con sus brazos y le dijo con voz seria– sé feliz, y cría hijos.
Shajali lo apretó más fuerte.
Ven con nosotros, vivirás en el valle conmigo y yo cuidaré de ti.
¡No iré hijo! –respondió tajantemente– debo ir al Árbol Padre a meditar en mis últimos días. Allí seré enterrado junto a las raíces que nos dieron vida a todos los humanos. Porque llegará el tiempo en que tú también vendrás al Árbol Padre y serás reconocido como un sabio y los pueblos buscarán tu consejo.
El Gran Jefe se acercó calladamente y tocó en el hombro a su viejo amigo. Preocupado por lo que la gente podría hacer, pues todavía se decían cosas a favor y en contra de Shajali, les dijo:
Deben irse ahora mismo. Shajali, toma a tu mujer y váyanse pronto. –luego dijo a su consejero– He preparado una vivienda junto al santuario del Árbol Padre para pasar mis últimos días. Ve y vive allí, amigo mío y yo mandaré que no te falte el alimento, nunca.
Shajali le dio las gracias y abrazó a su padre una última vez. Luego fue con Maya, quien estaba asida de su madre llorando. Elan, junto a ella, lo miraba desconcertado y visiblemente enojado. Se puso frente a Maya y lo detuvo antes de que llegara a ella. Con un tono que denotaba gravedad dijo a Shajali.
¿Qué es lo que has hecho? ¿Ahora además de tu cobardía, deshonras a esta familia y te llevarás a nuestra hermana? ¡No lo permitiré! – dijo con severidad – Ella pertenece a este lugar. ¡Esta es su familia!
La madre lloraba en silencio sabiendo que no debía contradecir la voz de su esposo, el Gran Jefe. Pero Elan hablaba con la soberbia típica de los Cheveyo, sin importarle las consecuencias. Pero el viejo y sabio jefe, en su corazón creyó en Shajali y le concedió la petición a su amigo porque en el fondo sentía que las cosas debían ser así. El gran Jefe se acercó y llamó la atención de Elan, quien tenía un fuerte agarre del brazo de su hermana:
¡Elan! –dijo con voz fuerte pero calmada– Deja a tu hermana ir con Shajali. Solo de esta manera nuestro estilo de vida estará seguro. El estilo de vida del Cheveyo no será retado más por las declaraciones de Shajali. Ellos deben irse ahora.
Elan quería decir mucho más, pero no se atrevió a hacerlo por respeto a la autoridad del gran jefe y por respeto a su madre. Pero pensó en hablar con su hermana a solas, antes de que se fuera con Shajali.
En todo esto, Maya era la más aturdida. Nadie le preguntó si ella estaba dispuesta a irse bajo estas circunstancias. Si amaba tanto a Shajali para apoyarlo en esto que le parecía una locura. Si estaba dispuesta a vivir lejos de Lordán y nunca volver a ver a su familia. Solo era una oveja sin voluntad llevada por los demás. Pero estaba demasiado ofuscada para hablar, porque entendía que su única opción era estar con Shajali, pues cargaba su bebé. Aún así, la vida le daba vueltas y ella solo se aferraba a su madre y lloraba.
Shajali la abrazó fuerte por un largo rato pero notó que ella no lo abrazó con la misma fuerza y entendió el estrago en su corazón. Maya siempre había sido la princesa envidiada de Lordán y ahora era la mujer de un cobarde, y eran expulsados del bosque de Lordán. Él le dijo:
Iré por mis armas. Dejaré que te despidas de tu madre.
Maya y su madre caminaron hasta su vivienda para recoger rápidamente las cosas pertinentes para un viaje improvisado como este y Elan fue con ellos. Al entrar en casa su madre salió a traer las pieles gruesas de su padre y Elan vio la oportunidad para hablar con su hermana.
Así termina todo para ti, mi hermana. Porque confiaste en el cobarde Shajali y ahora no tienes otra salida. –Le dijo con voz hiriente.
¡Por favor hermano! –le suplicó Maya– habla con mi padre y dile que no me obligue a ir con Shajali. Yo soy la hija del Gran Jefe, ¡la princesa de Lordán! Tú puedes persuadirlo.
Elan la vio con desprecio, barriéndola con sus ojos con fingida lástima.
No hermana mía. Tu haz causado tu propia ruina –la acusó poniendo su dedo frente a la cara de ella– Deshonraste a nuestra madre al acostarte con ese loco. Y ahora cargas su hijo en tu vientre.
Maya se congeló ante la revelación de que alguien sabía su secreto y tuvo temor de que se supiera en toda la aldea. Le preguntó a Elan:
¿A quién le has dicho esa mentira? ¡Eso no es verdad! –estaba enfurecida.
A nadie todavía. –contestó su hermano– Porque tú te irás hoy de Lordán, y nadie tendrá que saber nuestra deshonra. Pero si te resistes, yo haré que los quemen a ambos en la fogata.
La vergüenza y el orgullo son sentimientos que están muy cerca de la locura, y en momentos de intensa presión estallan, como lo hicieron en Maya. En ese momento, ella estaba de espaldas a su hermano, pues caminaba frustrada de un lado al otro de la habitación, cuando vio delante de ella sobre la mesa, la daga ceremonial de su padre. La contemplo intensamente, era como una puerta de escape ofrecida libremente. El destino la había guiando como una oveja llevada a la fuerza por donde tenía que ir. Ahora aquí estaba de pie ante su destino, sin opciones y amenazada por su hermano. Ella trajo la vergüenza y la deshonra a la casa de su padre, ella era la culpable y nadie, más. Elan seguía hablando detrás de ella con amenazas violentas, diciéndole que abandonara Lordán o sería descubierta. De pronto solo vio un camino claro. El cuchillo era una invitación, una solución, un respiro. Usarlo repararía su problema inmediato, aunque no quitaría la mancha de deshonra de su familia jamás. Pensó que ellos se merecían la deshonra, pues no se preocuparon de sus sentimientos y la obligaban a tomar esta salida.
Recogió el cuchillo y lo apretó junto a su pecho. Estaba tan cerca ya. Solo un movimiento veloz para darles una lección a todos ellos. Lo alzó sobre su cabeza con ambas manos y esperó. Elan se horrorizó al ver sus intenciones y corrió para detenerla. La tomó del hombro y la giró para hablarle y tratar de convencerla que se detuviera. Pero ella lo esperaba y al voltear, clavó el afilado cuchillo en la cabeza de Elan con toda su fuerza. Él languideció con un gesto de asombro en su cara y cayó al suelo muerto.
Shajali, quien venía entrando, sintió que sus fuerzas lo dejaron cuando el espíritu de Elan salió de su cuerpo, violentado por una enloquecida Maya, y se detuvo en la puerta, apoyándose sobre el muro para no caer. El terror de la escena fue como revivir mil muertes en sus vidas pasadas y retrocedió turbado y débil. Maya soltó el cuchillo y corrió a él, con las manos llenas de la sangre de su hermano. Shajali la apartó con sus manos y le dijo:
¿Qué has hecho Maya? Mataste a Elan
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