Los Hermanos Cachorros (Nuevo Capítulo de LDO)
- Rubén Darío Romero López
- 10 sept 2016
- 8 Min. de lectura

Gracias a los años en los que disfruté inmensamente la infancia de mis tres hijos, tuve la oportunidad de crear historias fantásticas que ellos jamás me dejaron olvidar. En muchas formas, ésta labor es fruto de ellos también. Pues fué en su infinita imaginación que estas historias y estos personajes cobraron vida por primera vez.
Ahora es un placer compartilo con el mundo. Espero que les agrade la historia de los hermanos cachorros.
Los Hermanos Cachorros
LA LEYENDA DE OLDÍN·LUNES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2016
Durante los primeros días de primavera las criaturas de Oldín se regocijaban en la renovada fuerza de Daabi, el espíritu del sol, que alargaba su dominio durante el día y era capaz de derretir las aguas congeladas que el invierno atrapó en los lagos y en las montañas durante el invierno. Las fértiles llanuras al pie de las montañas nevadas eran las primeras en recibir las aguas, que bajaban en una serie de ríos que bañaban las tierras del sur. Estas tierras conocidas como Mirian y el Páramo pronto se convirtieron en el lugar preferido para una multitud de especies, que de pronto se volvían visibles al llegar la primavera, al salir de sus encierros invernales para jugar, procrear y cazar.
Desde un extremo del horizonte hasta el otro, Oldín era un cuadro de exquisita belleza natural. Las llanuras se cubrían de rica grama en interminables campos que solo eran interrumpidos por los ríos que serpenteaban y regaban la tierra; y por parches de tupidos árboles, salpicados de colores y tonalidades de verde. La gacela, el búfalo y otras especies más pequeñas florecían en estas fértiles tierras; y éstos a su vez atraían a los depredadores más fieros, que encontraban en el Páramo un recurso inagotable de alimento.

Un día soleado, en los campos al norte de Lordán, con agitada respiración un pequeño cachorro de lobo gris bajaba apresurado por una ladera empinada en una carrera a ciegas, ya que la alta grama impedía su visión. Con cada paso daba saltos altos para alcanzar a ver por donde iba y reajustar la trayectoria. Nervioso y alerta, se estiraba con cada impulso queriendo cubrir más terreno y así poder alcanzar el bosque donde podría encontrar un lugar para esconderse.
Muy cerca detrás de él se escuchaban las pesadas huellas del oso que lo perseguía. Confiado, el grizly se impulsaba hacia adelante arrojando su peso con gran fuerza, agitando su tupido abrigo gris hacia enfrente y hacia atrás. El oso ganaba ventaja con cada esfuerzo. Ya estaba casi encima de su presa.
Nushee, el pequeño lobo, ya había hecho este recorrido muchas veces antes por los campos abiertos del Páramo. Él sabía que esta no era una carrera de velocidad solamente, sino también de astucia. Para burlar al oso Monchú, él necesitaba valerse de su ingenio y saber utilizar las condiciones que el entorno le daba. Solo necesitaba llegar al bosque, allí sus posibilidades se multiplicaban. Podría esconderse entre los árboles, o encontrar una madriguera desocupada donde esperar que su perseguidor pasara. Pero primero necesitaba alcanzar esos árboles.

Monchú lanzó una amenaza. Fué un graznido agudo y poco intimidante, pero era el mejor esfuerzo que un cachorro de oso podía hacer.
"¡Te alcanzaré!" -gritó Monchú- "¡No escaparás!"
Nushee respondió sin siquiera detenerse a verlo.
"¡Esta vez no! ¡Esta vez voy a llegar al bosque!"
Nushee se esforzaba más que nunca pero ya sentía el aliento de Monchú encima de él. Y su sombra casi lo cubría. El cachorro escuchó la exhalación aguda de las narices de Monchú y el golpe fuerte de sus patas en la tierra al pegar el salto final para atraparlo. Rápidamente cambió de dirección para evadir el golpe y siguió corriendo. El salto fallido de Monchú le hizo perder la ventaja y se apresuró a incorporarse y volver a la carrera, pero el pequeño y astuto lobo ya había alcanzado el filo de los árboles de Lordán y desapareció de su vista.
La segunda etapa del juego había iniciado.
El juego ahora era las escondidillas y Nushee llevaba ventaja. A Monchú le desagradaba mucho que fuera el turno de Nushee para esconderse, porque siempre es mucho más dificil encontrar a un lobo que a un oso. En el juego de la carrera Monchú era el ganador la mayoría de las veces, pero en las escondidillas, el lobo tenía ventaja.
Nushee era sigiloso para moverse y con el tiempo aprendió a utilizar el eco que los árboles del mágico bosque repetían para hablar y secretear entre la maleza; y así confundir al oso con los sonidos y susurros que él hacía. El albino cachorro de grizly se adentró en el bosque sagrado escuchando los ruidos de los árboles y de las aves, tratando de captar una pista que le ayudara encontrar a su amigo, pero Nushee se había alejado mucho entre los árboles y él ya no escuchaba a Monchú que le hablaba.
Nushee avanzó con la confianza y la curiosidad propia de un joven cachorro, escuchando y platicando con los árboles, con las aves y con otros espíritus que habitaban allí. Hasta que al llegar a un amplio claro, notó que un extraño silencio envolvía esa parte del bosque, y allí frente a él, un solo roble rojo se erguía imponente y bellísimo. No alcanzaba a ver la copa, pues se desvanecía entre la brisa gris y las finas nubes de vapor que cubrían el bosque.
Maravillado miró al enorme árbol, recorriéndole con sus ojos de arriba a abajo. Con la quijada desenganchada por el asombro, se acercó cauteloso con pasos pequeños hasta la sombra de sus enormes ramas sintiendo una emoción ominosa.

Justo allí sobre su cabeza, en una de las ramas más bajas del roble se encontraba una criatura que él nunca había visto antes. Una polluelo de búho moteado dormía pacíficamente, ajena a lo que transpiraba a su alrededor. Tenía enormes ojos redondos y una fina figura y plumaje esponjoso moteado de café, negro y blanco. Un pequeño pico triangular completaba la expresión más curiosa y tierna. Nushee la miró detenidamente, sonriendo solo. Encantado. Ella roncaba con pequeños sobresaltos entrecortados al inhalar y luego soltaba el aire en un largo soplo que le desinflaba el pecho. El lobo estaba cautivado y esperó a ver si ella hacía algún movimiento más, pero ella solo dormía. Decidió esperarla a que despertara para preguntarle quien era y qué hacía allí tan a gusto en ese roble. Pero ella no despertó por mucho tiempo y Nushee desesperado empezó a caminar alrededor ensayando en voz baja lo que él le preguntaría.
"Hola" -dijo nervioso, practicando- "¿Cómo te llamas? ¿Has visto a mi amigo Monchú?"
"¿Con quién hablas?" -preguntó Monchú, quien saltó sobre él sorpresivamente- "¡Jajá, te encontré!". Dijo feliz por su hazaña.
Nushee lo miró y sin decir nada, solo hizo un gesto para señalar la rama del roble que se estiraba sobre sus cabezas.
Monchú observó al polluelo detenidamente con la misma curiosidad de su compañero y luego quiso hablarle, pero ella siguió durmiendo y parecía no escuchar. Los dos compañeros emocionados y curiosos intentaron por largo tiempo despertarla con preguntas y comentarios de todo tipo, pero sin éxito. Hasta que se dieron por vencido y solo se sentaron sobre el pasto suave a mirarla y esperar.

Pasadas unas horas la tarde comenzó a caer y las sombras de los árboles se alargaron cada vez más hasta cubrir todo el claro. En la parte más alta del enorme roble la luz del sol todavía resplandecía como una antorcha encendida en el creciente crepúsculo. Y poco a poco la oscuridad de la noche terminó por engullirlo todo y los dos cachorros cabecearon y se quedaron dormidos debajo del gigante rojo.
"Ju, ju" -se escuchó en la oscuridad.
Monchú despertó espantado desconociendo el lugar donde estaban y los sonidos del bosque lo inquietaron.
"Ju, ju" -de nuevo.
Con un fuerte empujón el oso despertó a Nushee y los dos se quedaron quietos tratando de entender el extraño sonido que los árboles ahora repetían como un eco espeluznante.
"Ju, ju" -Los ojos de ambos, vueltos perfectas circunferencias, se vieron y alzaron sus miradas a la rama sobre ellos, desde donde dos ojos tan redondos como los suyos los miraban. En la densa oscuridad alcanzaron a identificar el tenue contorno de alas extendidas detrás de esos enormes ojos y percibieron el sutil viento de aleteo de plumas. Se quedaron abrazados en la oscuridad, inmóviles y en completa incredulidad de lo que veían, hasta que derrepente escucharon de nuevo la voz que esta vez sonó dulce y preocupada.
"Hola" -dijo- "Soy Nascha. ¿Quiénes son ustedes?"
Al sonido de la melodiosa voz de Nascha se encendieron cientos de lucecitas espirituales que flotaban junto al Árbol Padre como luciérnagas que iluminan la noche con su fulgor. Entonces la pudieron ver. Nascha era un espíritu noble de gran hermosura e inocencia; y era capaz de percibir los temperamentos de los espíritus, por lo que descendió de esa rama y se acercó a ellos para conocerles.
Los tres jóvenes y poderosos espíritus se reunieron al fin debajo del Árbol Padre, como estaban predestinados por el deseo de los Cinco. Allí los encontró Jaci, el espíritu de la luna, que escaló el cielo sobre ellos como un zafiro luminoso. Con ella llegó una joven águila llamado Bacu, que voló desde una gran altura y se presentó ante el grupo.

Jaci les dijo:
"Ahora han venido a la sombra del Gran Árbol Padre, pequeños cachorros, para conocer el propósito y la voluntad de los Antiguos Artesanos que los crearon; y les dieron estas fértiles tierras para gobernar y proteger. Desde las altas montañas nevadas del norte, hasta las tierras bajas de Meridón, junto a las Muchas Aguas."
Esa noche Jaci les reveló a los jóvenes espíritus de la naturaleza que a través de muchos miles de años ellos crecerían y madurarían hasta convertirse en los protectores de los parajes más amados por los Arias. A Monchú le fueron dadas las montañas nevadas del norte; y llegado el tiempo, él estableció su dominio como uno de los espíritus más poderosos en toda la tierra de Oldín. A Nascha se le encomendó el cuidado y protección de las bestias del campo. Bacu crecería como un espíritu protector, que reinó sobre las aves del cielo. Y Nushee fue encargado de proteger las tierras sagradas de Lordán, sus bosques y el santuario del Árbol Padre.

Los años pasaron y los espíritus veían el desarrollo de las vidas en Lordán, generación tras generación. Conocieron a los hombres pensantes de las primeras familias y tribus, a quienes los Arias habían otorgado dominio sobre Oldín y aprendieron con humildad a servirles, mientras ellos les veneraban como sus protectores. Cumpliendo al fin el deseo en el corazón de los Arias.
Pero después de muchos años y pasadas muchas generaciones, los intereses egoístas de algunos hombres y la naturaleza rebelde de muchos espíritus inconformes por su condición actual, dañaron el equilibrio del mundo, causando una triste separación entre los cuatro amigos.
Nushee y Nascha sin embargo, crecieron y fueron esposos, permaneciendo juntos en Lordán, protegiendo con fidelidad, si tan solo en sus dominios, el orden anhelado por los Arias. El amor de ellos se cuenta en nuestras historias y canciones en las tribus del norte y del sur desde el tiempo de las primeras tribus.

Pero Monchú despreció y llegó a aborrecer las tierras bajas y a todos sus habitantes por venerar el amor de los dos espíritus y se sintió extrangero en el sur. Pues él amaba a Nascha; y su amor por ella lo separó de su amigo por una tonta rivalidad. Así que se retiró al norte, para tomar su reinado en las montañas nevadas. Pero no sirvió a los hombres de aquellas tierras, sino que hizo que ellos le sirvieran a él, provocando conflicto y muchas guerras a través de la historia, entre las nobles tribus de Lordán y los soberbios hombres de las montañas. Transformando la tierra y arruinando los bosques sagrados de la antigüedad.
Éstos son los poderes que por miles de años han mantenido una lucha constante entre la naturaleza noble de los espíritus fieles al sueño de los Arias; y aquellos de temperamento más oscuro y amargado, que solo buscan dominar el mundo para satisfacer sus intereses egoístas.
Por Rubén Darío Romero López
Lunes 5 de Septiembre de 2016
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