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El Árbol Padre (La Leyenda de Oldín)

  • Foto del escritor: Rubén Romero
    Rubén Romero
  • 12 sept 2016
  • 7 Min. de lectura

La Leyenda de Oldín integra muchísimos personajes interesantes, que dan forma a la increíble historia a través de los miles de años que encierra. El Árbol Padre se encuentra en el centro de la trama de todo lo que sucede en este mundo. Su vida milenaria toca y une a las personas de todas las edades. Desde el tiempo de la primer fragmentación de los Arias, hasta el desenlace final en la historia de Nashka, espíritu del bosque.

Espero que este encantador cuento les guste tanto como a mi y a mis hijos.

El Árbol Padre Publicada en Febrero 26, 2010 | 6:13 PM Los Cinco Arcanos amaron el Oldín primitivo profundamente. Su creación yacía tendida ante ellos como la tierra fértil sembrada que aguarda la lluvia para dar vida, haciéndola germinar. Amaron el mundo creado más que ningúna otra obra de su ingenio y poder. Fué ese amor puro lo que despertó a los Arias de su sueño milenario en el frío Caal para volver a moverse, diseñar y crear. Por el simple deseo de un nuevo mundo, frágil, sujeto al desgaste y azotado por el paso del tiempo, fue que ellos volvieron a la vida. Movidos por el amor de las muchas criaturas que lo habitarían.

El mundo de entonces era frágil, hermoso y delicado, y por siempre necesitaría de sus creadores para sustentar la vida y mantener el equilibrio que tan finamente ellos mismos diseñaron y establecieron. Un sin número de espíritus de distintos temperamentos llenaban ya toda la extensión de Oldín, cuando los últimos Cinco Artesanos Creadores, que permanecieron en la tierra después de que los otros se fragmentaran eligieron las fértiles tierras de Lórdán para dejar su huella. Habiendo elegido al Gran Roble Rojo para que fuese la base de su más excelente creación, los seres vivos. Y para que desde entonces fuera conocido por todas las generaciones en Oldín como el Árbol Padre de todos los seres vivientes.

Ésta es su historia.

En el centro del gran lago Hashtaal-To se asomaba una pequeña isla habitada solo por un grande y alto roble que extendía sus ramas hacia el cielo. Éste era el más alto de todos los árboles aunque nunca había dado una semilla, pues era estéril. Pero disfrutaba de la brisa que lo bañaba cada mañana y sus raíces chupaban de las ricas aguas cantantes del lago. Deseaba con todo su ser poder procrear y no estar solo en esa pequeña islilla. Un día, un misterioso y soberbio espíritu llamado NokomÍ visitó su isla y quedó cautivado por la belleza y la magia del gran roble. Voló en espiral alrededor de él fascinado al descubrir que el roble, quién por muchos años bebió de las aguas mágicas de Hashtaal-To, había podido despertar con una consciencia propia, de este modo modo platicaron por mucho tiempo. Nokomí, presintiendo la soledad de este hermoso árbol, le ofreció convertirlo en un espíritu con la condición de que fueran esposos.

Pero el único deseo del gran árbol era dar semillas y no estaba interesado en volverse un espíritu. Por lo que el espíritu orgulloso disgustado, lo abandonó, dejándolo más triste y solitario que antes. Esa noche, mientras todos los arboles dormían, una sola y grande nuez nació en la rama mas alta del roble. La extraña y grande nuez colgaba pesada desde la delgada rama haciendo un ruido de cascabel. A la mañana siguiente el gigante despertó con la salida del sol y sacudió su tupida melena de hojas. Sorprendido notó la ruidosa nuez que le había nacido. Sin poder contener su alegría, se puso a bailar meciéndose de un lado al otro por la llegada de esta promesa de vida.

Nokomí volvió para una vez más tratar de convencer al hermoso roble, pero al encontrarlo feliz por la nuez que le apareció durante la noche, aquel se enojó mucho y le arrancó la nuez, arrojándola lejos hacia el occidente y maldijo al árbol para que nunca más fuera capaz de dar semilla. Por años después de esto, el triste roble se estiraba más y más hacia el cielo con la esperanza de alcanzar a ver la semilla que perdió o tal vez un nuevo árbol hijo suyo. Hasta que al fin con el pasar el tiempo la soledad comenzó a marchitar al imponente gigante y las temporadas, hicieron mella en sus largos brazos, dejándolos descubiertos y caídos. Ya no crecía, ya no se mecía con la brisa, solo miraba a la distancia, anhelante y confundido.

Nokomí volvía de tiempo en tiempo para atormentar al triste gigante que ahora despreciaba con un desprecio más grande que el amor que profesó tenerle. Y lo hería con crueles palabras y burlas.

Muchos años después, mientras el árbol fijaba su mirada en el espeso bosque de Lordán, vio a un hermoso roble rojo que crecía y se mecía con el viento. Al verse los dos árboles, estiraron sus raíces para tocarse y estar juntos de nuevo. Con los años el nuevo roble creció por encima de los árboles de Lordán y aún superó la altura de su progenitor. Cuando Nokomí se percató del gran roble que crecía en el oeste y de que los dos se habían encontrado, se enfureció y trató de separar las poderosas raíces que los unían debajo de la tierra. Pero el nuevo roble, lleno de semillas, estiro sus ramas y con un movimiento violento, las espació sobre toda la tierra de Oldín. Desde el bosque de los pinos altos al oeste de Lordán, hasta las partes mas lejanas al noreste de Neyati, e inmediatamente sus raíces comenzaron a crecer, buscarse y unirse entre sí. Nokomí no pudo más que asombrarse por el poderoso amor de los dos gigantes y al verse vencido por ellos, enojado y frustrado se alejó a Neyati y nunca más volvió.

Pasados cientos de años los últimos cinco Arias, que permanecían espíritus puros, unieron sus fuerzas para crear la vida en un lugar remoto del bosque que permanece sagrado hasta hoy. Allí encontraron un árbol grande y hermoso, lleno de hojas rojas y cuyas raíces se extendían por toda la tierra creada y lo eligieron para ser la materia prima de su más excelente creación.

El gigantesco Roble Rojo crecía al oeste de Lordán como un imponente vigía lleno de mágia y amor por la vida. Sus enormes ramas se mecían con la brisa creando un canto con el viento que llenaba de calma a las fértiles tierras de alrededor, desde Mirian y el Páramo en el norte, hasta Meridón al sur. Los Arias descubrieron que sus enormes raíces estaban unidas por debajo de la tierra a las raíces de su progenitor, el gigante del lago de Hashtaal-To, quien por su imponente altura, en días claros, alcanzaba a ver y saludar a su brote desde aquella lejana tierra meciéndose con él al unísono.

Los Cinco Arcanos se acercaron al Gran Roble Rojo y pronunciaron una poderosa bendición sobre él. Éstas fueron las primeras palabras habladas por los Arias en manera audible, ya que en el Caal sus mentes eran una y sus pensamientos eran conocidos por todos. Y nunca había sido necesario que hablasen con sus gargantas. El sonido de sus palabras fue tan bello como la bendición que pronunciaron y quedó grabado en los sonidos de la naturaleza para siempre. Pues se asemeja al ruido de la lluvia al caer sobre las rocas; y al soplo en las narices de la gacela y el caballo cuando corren agitados; y es semejante al estrepitoso trueno que ilumina el cielo tormentoso. Pero a la vez era un canto de una melodía exquisita, que al vaciarse de sus labios hicieron eco en el corazón mismo de ese verde bosque, causando que se tupiera aún más de plantas verdes y flores de todo color llamativo. Y aún trajo nueva vida al árbol progenitor en el lejano lago de Hashtaal-To. Éstas son las palabras pronunciadas por ellos:

¡Oh! Que el amor avive.

¡Oh! Que la sangre fluya.

¡Si! Las llanuras pinte.

¡Si! De la vida tuya.

¡Ya! De tus brazos largos.

¡Ya! De tus muchas hojas.

¡No más! sueños amargos.

¡No más! tristes congojas.

¡Oh! Que la vida nazca.

¡Si! Las criaturas canten.

¡Ya! Mi deseo complazca.

¡No más! Tristezas planten.

El Árbol Padre se inflamó de vida al recibir la poderosa bendición de los Cinco y desdobló sus raíces y sus ramas hasta las últimas hojas explotando con la aparición de todas las especies de vida que llenarían toda la tierra de Oldín. De sus hojas nacieron todas las especies de aves que vuelan y surcan los cielos. De sus ramas nacieron los peces y todas las especies acuáticas. Las que subieron por los ríos y aquellas que llenaron el Mar de Las Muchas Aguas al oeste de la tierra. Desde su tronco brotaron todas las especies de bestias grandes y pequeñas que viven en Oldín. Y de sus raíces brotaron los hombres pensantes, creados principalmente para venerar a sus creadores y honrar el balance de la tierra como era el anhelo de los Antiguos Artesanos.

Después de esto, los Cinco Arcanos rodearon el santuario del Árbol Padre, despertando al bosque de Lordán con magia poderosa, para que nunca permitiese que enemigo alguno entre a dañarlo. Levantaron complicados laberintos naturales de roca, plantas mágicas que se movían y podían encerrar y confundir a quienes entrasen en el bosque; Solo revelarían sus caminos secretos a quienes fuesen dignos.

Los últimos Cinco Arias puros, entonces se fragmentaron para crear los espíritus que rigen sobre las bestias, las aves, los peces y el hombre a través de todo Oldín. Allí aparecieron Nushee, el espíritu lobo protector del bosque sagrado y del Gran Roble Rojo y su amigo Monchú, soberano espíritu oso y protector de las montañas nevadas del norte. También aparecieron Nascha, el espíritu búho protector de las bestias del Alto y Bajo Lordán. Y también Bacu, el espíritu águila, protector de las aves. Por Rubén Darío Romero López

© Derechos Reservados. Rubén Darío Romero López 2016 Tecate, Baja California, México, Correo: ruben_drl@yahoo.com Protegido bajo la Ley Federal del Derecho de Autor De Los Estados Unidos Mexicanos y Tratados Internacionales

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